¿Te conté que necesitaba una cocina?
Pues voy a una tienda de cocinas, muy cerca de mi casa.
¿Tiene cita? No, estaba esperando que me contestaran a mi whastsapp, pero me desesperé y me lancé a verlas en persona.
En la entrada había una cocina espectacular, la barra medía lo que mi casa entera, tenía una cubierta de algún material muy lujoso, que bien podía ser granito, cuarzo, madera de Brasil o alguna piedra lunar, y a su apariencia solo le faltaba que Nicole Kidman viniera a cocinar.
La amable señorita me sacó de mi viaje con su pregunta. ¿Qué presupuesto tiene? Digamos unos 50,000 pesos, para una cocina de 2.70 metros de largo. Exageré mi presupuesto, tampoco se trataba de quedarme corto frente a la cocina de Babygirl.
Ah, mire, le podemos ofrecer algo como de 150,000 pesos y bla, bla, bla, ándele pues, yo vengo luego.
En esa misma calle hay varias tiendas de cocinas más. Entro a la siguiente, me dicen que con 27,000 pesos podría salir algo y al día siguiente me presentan la cotización: 43,000 quitando algunas puertecitas.
Hice el viaje a la tienda sueca que se ha convertido en el nuevo paseo dominical. Me sentaron frente a una computadora, me pidieron las medidas y calcularon que ya con montones de puertas y cajones, la cosa podría quedar en 26,000 pesos.
Pero mire, aquí está este mueble ya terminado: 11,000 pesos, con tarja, llaves de agua e instalación.
Eso es lo que hace la globalización. Me espanto por los carpinteros mexicanos que van a perder su trabajo y por las tiendas de cocinas que ya no van a vender. Esto es la competencia internacional.
Ya te imaginarás. La tienda extranjera puede conseguir créditos con una tasa de interés que es como la quinta parte de las tasas de interés que tienen que pagar las empresas mexicanas. Eso le permite tener volumen, comprar en todo el mundo madera y sus derivados. porque tampoco pienses que las cocinas que me venden son de cuarzo.
Busco a un mueblero de Guadalajara para que me cuente sus impresiones sobre la llegada de esta tienda. El mueblero está dirigido a un mercado completamente diferente, el de clientes que ni locos van a poner una cocina de aglomerado o mdf en sus casas, pero aun así me cancela la plática media hora antes, porque, dice, él no habla de la competencia.
Lo que está haciendo esta tienda recién llegada es atender a un mercado que no tenía dónde comprar..
Ya no son familias que esperan quedarse con la misma mesa del comedor durante cuatro generaciones de comidas todos los domingos, con el abuelo y los bisnietos, sino parejas jóvenes que solo quieren tener dónde poner lo que acaban de comprar en Uber Eats.
¿Cómo vamos a competir contra eso? La tienda extranjera tiene tres grandes ventajas:
Consigue créditos mucho más baratos que las empresas mexicanas.
Compra en grandes cantidades, lo que le permite reducir los costos.
Tiene grandes equipos de diseñadores, que estudian las necesidades de los clientes urbanos.
Momento. ¿Esta gran empresa tiene que cumplir con regulaciones para proteger el ambiente tan estrictas como las que enfrentan los muebleros mexicanos?
¿Qué tal que los muebleros mexicanos nos explicaran qué están haciendo para utilizar solo madera de procedencia legal?
Y otra ventaja que puede tener la producción nacional: Que conoce más de cerca al cliente y puede ofrecerle algo más a su gusto, con un servicio más personalizado y hasta con los colores que tanto nos gustan en México.
Lo que no está entre las ventajas que pueden tener los productores mexicanos es que sus clientes se envuelvan en la bandera nacional y prefieran comprar algo solo porque dice que está hecho en México.
¿Se vale proteger la industria nacional con aranceles?
Esta es una buena pregunta.
Como publicó el Wall Street Journal, pocos países han apostado tanto por el libre comercio como México y Canadá y algo tendrán que hacer, ahora que los aranceles de Trump están acabando con una era que duró décadas.
Ya se ha comentado mucho sobre esto y yo esperaría a que se bajara el polvo de la noticia. No estoy tan seguro de que las empresas de Estados Unidos quieran que termine su modelo de negocio tan de repente, así que a la mejor le dan un manazo a Trump para que deje de jugar con los aranceles. Piensa solo en que el valor de las acciones de General Motors, Ford y Stellantis (el dueño de Chrysler) bajaron más de 10 por ciento desde las elecciones en Estados Unidos hasta el principio de marzo.
El Wall Street Journal está enojadísimo con los aranceles y publica un editorial en contra un día sí y otro también.
Por lo pronto, frente a los aranceles que Trump pone y quita, la respuesta tampoco estará en envolverse en la bandera. Aunque hacer manifestaciones en el Zócalo sirve para distraer y echarle a Trump la culpa de que no crecemos (no, él no tiene la culpa de que no tengamos dirección clara)
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