Para estas alturas, ya sabes que me obsesiona esto del cuidado de los papás. Y también sabes cuál es mi posición en esto, que se resume en la pregunta “¿y yo por qué?”
Es un tema de mi generación, que es la más aburrida que se conozca. Venimos después de los autollamados héroes del 68 y del movimiento hippie, que pueden presumir de haber descubierto el sexo, el rock y las drogas, y antes de los millennials, que pueden presumir de haber matado al sexo, los periódicos y los timbres de las casas.
Por lo que nos destacamos es por ser la primera generación de viejitos que estará cuidando viejitos.
Enredado en el tema del cuidado de los papás, busqué a la tanatóloga Gaby Pérez Islas, a quien conocí cuando ambos colaborábamos con Martha Debayle. Los tanatólogos son los que saben de la muerte y, por extensión, de las pérdidas.
Cuidar a los papás cuando ya están viejitos es enfrentar cientos de pérdidas. ¿Por qué no se cuidan ellos solos? Porque ya no son los que eran ¿Por qué los tengo que llevar al dentista? Porque ya no pueden manejar. ¿Por qué me vuelve a contar la misma anécdota? Porque se le olvida o no tiene con quién platicar. Combina eso con la edad de mi generación y entonces esto se convierte en una colección de pérdidas. ¿Por qué no tengo cintura? ¿Por qué me duelen los pies?
En fin, que le quise preguntar a Gaby qué hacemos para cuidar a los papás sin convertir esto en una tragedia. Te dejo una parte de la entrevista, en la que me dice que si vas a cuidar a los papás, por lo menos no pongas cara de empleado cuando lo hagas, por parafrasear a Mario Benedetti.
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