Tú espera 200 años a que se arregle la economía
Por qué me cuesta tener fe en que debemos cambiar todo el sistema para que llegue la justicia a la tierra.
El avión empieza con su tembladera y yo: Ay diosito, danos hoy el pan de cada día o como sea la oración, y ahí es cuando me pongo a pensar por qué me costará tanto ser creyente e ir cada domingo a misa, con lo bien que me serviría ahora.
Algo muy parecido me pasa cuando escucho a algunos estudiantes (siento que siguen siendo demasiados) pensando que para arreglar los problemas del mundo hay que cambiar de tajo el sistema.
Me cuesta trabajo creer en la vida del mundo futuro, amén. Si para que haya mejores servicios o para que se reduzca la pobreza hay que esperar una transformación que tomará 200 años y sacrificar las vidas de una generación de jóvenes en una guerra revolucionaria, ¿por qué no mejor buscamos reformas?
Entiendo que haya tanta fe en esa promesa. Cómo no, si hay carreras que tienen materias completas dedicadas a la lectura de Carlos Marx.
Según muchos dogmáticos, este sistema tan malo debe ser abolido para que haya oportunidades para todos. Y yo pensando, en mi simplicidad, que a lo que podríamos aspirar es a ir mejorando un sistema económico que se define así:
Se trata de darnos premios y castigos a todos para lograr nuestros objetivos, apoyados en el libre mercado. Cito de memoria a Adam Smith: no es por la gentileza del carnicero que tú tienes carne en tu mesa, sino porque él busca su ganancia tú puedes comprarle la mercancía.
Y así sucesivamente, tú no andas dando el fruto de tu trabajo por pura gentileza sino porque te conviene.
Federico Engels, el BFF de Carlos Marx, escribió La situación de la clase obrera en Inglaterra, y logró un retrato realista de lo que pasaba en Manchester con la revolución industrial. Niños trabajando, accidentes a cada rato por falta de buenas medidas de seguridad, sueldos de hambre, despidos a quienes se atrevían a chistar… Y pocos años después se sorprendió de lo aburguesados que estaban los obreros, porque había aumentado su poder de compra.
Dicen Marx y Engels que el capitalismo hace que los obreros sean piezas intercambiables y por eso es tan fácil tratarlos mal. Lo que no contaron fue que el trabajo se hizo cada vez más especializado y aumentó su valor.
Según un libro reciente de Daniel Susskind, Marx y Engels escribieron justo en los años en que se estaba terminando el gran estancamiento. La economía del mundo no había crecido casi nada en más de 2,000 años. Pero en el siglo XIX empezó una carrera por el crecimiento económico.
Mientras el socialismo del siglo XIX decía que había que repartir lo poco que se producía, el capitalismo contestaba produciendo más y más. La burguesía logró obras que sobrepasan a las pirámides de Egipto y cualquier otra maravilla del mundo antiguo, como los mismos Marx y Engels dicen en el Manifiesto comunista.

El sistema terminó por mejorar las condiciones de vida de gran parte de la población, y por aumentar la desigualdad en gran parte del planeta.
Pero los mecanismos de mercado pueden usarse para encontrar las mejores formas de crecer y para reducir la desigualdad.
Las decisiones centralizadas, tomadas por unos burócratas en la época de Stalin, resultaron en grandes hambrunas en Rusia. Es más difícil que unos cuantos burócratas, rodeados de amigos y sin ningún control, dirigiendo Pemex por ejemplo, logren mejores resultados que un mercado eficiente y bien regulado.
Pero hay quien prefiere seguir en la fe del mundo futuro, en lugar de dejar que la tecnología se haga cargo de que el avión no se caiga.
justicia a la tierra!!!