¿Qué va a pasar con el libre comercio?
Ahora que empezó una nueva época en la que se revisa el comercio, nosotros también tenemos cosas que arreglar.
No sé cómo se atreven, pero hay quien lo dice:
“Que los mexicanos dejan de tirar basura en la calle en cuanto cruzan la frontera para entrar a Estados Unidos.”
Me parece una tontería. Yo no voy por la calle tirando basura en Guadalajara para no tirarla en Los Ángeles.
Esa tontería, tan insultante, la he escuchado demasiadas veces. Ahorita te cuento por qué viene al caso, vamos primero a la noticia del momento.
El mundo se está cansando de la globalización y muchos gobiernos le están poniendo trabas al libre comercio.
Pero resulta que si los economistas tenemos un credo, los dos primeros artículos serían:
Entiendo el principio del libre comercio y
Apoyo el libre comercio.
Esto lo dijo un premio Nobel de Economía, Paul Krugman.
Vamos a ver.
Tú te dedicas a lo que te sale mejor.
Imagínate que Leo Messi también supiera tejer muy bien.
Tú imagínatelo, es un ejemplo que pone otro economista para explicar esto del libre comerciuo. (Daniel Susskind en su libro Growth)
Bueno, dentro de ese supuesto Leo Messi podría haber escogido entre dedicarse a tejer chambritas o a hacer goles.
A Messi (y al mundo) le fue mejor porque decidió hacer goles. Nunca habríamos tenido ese gol que le valió ganar la Champions para el Barcelona en 2009.
Igualito pasa con la economía.
Pon tú que hay dos países. En los dos se produce arroz y camisetas. Pero el país A es mejor produciendo arroz y el país B es mejor haciendo camisetas.
Los dos países se ponen de acuerdo y le compran al otro lo que le sale mejor. El resultado es mayor que la suma de las partes, porque el mundo se beneficia de que hay más arroz y más camisetas.
Tan sencillo como eso es el libre comercio.
Hace 21 años que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el famoso TLCAN.
Y después de eso se liberó muchísimo el comercio en todo el mundo. También los países europeos se pusieron de acuerdo para comerciar más.
Pero no todo salió como se esperaba.
Ya se han hecho estudios de quién salió más beneficiado y más perjudicado.
Según un famosísimo estudio de Branko Milanovic (también citado por Susskind), el libre comercio benefició a los que ya eran más ricos, obviamente, a todos esos millonarios de Nueva York y de California.
Y también a muchos miembros de la clase media en países en desarrollo. Aunque no lo creas, a la clase media de México le empezó a ir mejor: pudo comprar coches y pasar los fines de semana en el club de precios, adquiriendo pantallas de televisión, vinos y refrigeradores a meses sin intereses.
En México, entre otras cosas, se generaron empleos para la producción de coches.
Aquí te dejo un video en el que nos imaginamos qué habría pasado si no se aprueba el TLC.
Sí, el libre comercio también empobreció a muchos, porque algunos países se quedaron fuera del mercado.
Y le pegó duro a los empleos industriales en Estados Unidos.
Entre 1997 y el 2020 cerraron más de 90,000 fábricas en Estados Unidos. Y se perdieron millones de puestos de trabajo. El efecto del tratado con México y Canadá se sumó a la apertura comercial con otros países.
Y todavía le fue peor a muchos trabajadores.
Durante varios años muchas empresas amenazaban a sus empleados con establecerse en México y cerrar plantas. De esa manera dejaban de aumentar salarios y prestaciones.
A cambio de eso, Estados Unidos sí se pudo concentrar en lo que hacía mejor.
En desarrollar nuevas tecnologías. En hacer los teléfonos inteligentes, por ejemplo. O la inteligencia artificial.
Se crearon miles de empleos súper bien pagados para gente con más estudios universitarios.
Pero lo que se quedaron atrás, se quedaron atrás, y con su resentimiento votaron a favor de alguien que dice estar en contra del libre comercio.
Trump prometió en su discurso inaugural que va a empezar la revisión completa de todo el sistema de comercio, para proteger a los trabajadores estadounidenses y sus familias.
Lo que no está considerando es que al pasar parte de la producción de autos a México, las grandes empresas estadounidenses pudieron competir con las japonesas, chinas y alemanas. De otra manera, no habrían podido sobrevivir.
Allá él con las ganas de darse balazos en el pie, como ya dijo un funcionario mexicano, porque los aranceles van a hacer que los autos y muchos otros productos sean más caros para los consumidores estadounidenses.
Ya que estamos en esto de revisar el comercio, nosotros también tenemos algunas cosas que nos urge cambiar.
Por ejemplo, en la exportación de productos del campo.
Como nuestras reglas para el manejo del agua son tan complicadas, en muchos cultivos terminamos gastando más agua que otros países. Como no se cobra el agua como debería, prácticamente se la estamos regalando a los consumidores de Estados Unidos.
Sí, tal vez recibimos dinero por esas exportaciones pero a cambio regalamos nuestra agua. Como que no es una buena idea y eso no se puede mantener mucho tiempo.
Y otro tema. Una investigación de Quinto Elemento Lab y The Guardian reveló que a México se mandan procesos que contaminan el ambiente de Monterrey. Se trata de una compañía que recicla metales importados de Estados Unidos, para generar nuevos productos y en ese proceso lanza polvos que contaminan escuelas, viviendas, parques y los pulmones de miles de vecinos.
Es apenas un ejemplo de algo que se ha llamado imperialismo de la basura.
Tenemos una leyes fabulosas para proteger el ambiente, pero no se cumplen. Así que algunas empresas vienen a instalarse a México, porque aquí no cumplen las regulaciones que sí cumplen en su país.
Y ese caso se repite demasiadas veces.
Vuelvo a ese horrible lugar común de los mexicanos que no tiran basura en Estados Unidos. Si no vigilamos bien el comercio, vamos a encontrarnos con mexicanos y estadounidenses que sí tiran basura en México.
El libre comercio nos permite venderle al mundo lo que hacemos mejor. E importar lo que otros países producen mejor. Nos permite competir en aquello en lo que somos mejores.
Pero ya basta de que seamos mejores en no cumplir con las leyes.
Como siempre, me parece un artículo brillante, aunque tengo dos objeciones. Cuando dicen que los mexicanos tiramos basura en México y no en EU, no se refiere a gente educada como Robert Dinero, pero hay muchos que, lamentablemente, sí lo hacen. La otra objeción es con el ejemplo de Messi. Creo que hay otros futbolistas ejemplares, especialmente porque éste ganó gran parte de su palmarés con ayuda de los árbitros en España. Véase el caso Negreira, actualmente en proceso en los juzgados. Entiendo que es el ejemplo de Susskind en su libro. Como futbolero es un gran economista.