Qué hacer cuando otra persona te quita tu lugar y ahora es tu superior
No se vale, que venga un tipo más joven, feo (o guapo) o inexperto que tú y gane un mejor puesto. ¿O sí?
Ahí viene el pesado ese, voy a tener que cruzar rápido el patio porque seguro no me va a dejar pasar. Ay sí, con su Audi último modelo, eso es tan siglo pasado, cuando los coches eran importantes. Claro, él sí se mete al estacionamiento de directivos y trae ese carrote que le dieron en la empresa.
— Ah sí, hola Rafa, qué gusto de verte, está bonito tu coche.
— Gracias, mi Rober.
“Mi Rober”, ahora resulta. Pues es que el pesado ese entró después que yo a la empresa y le dieron un puesto más alto que el mío, uno en el que tiene derecho a que le den un coche.
No te hagas, tú también has conocido a tu Rafa, o el nombre que quieras del tipo ese que llegó a quedarse con el mejor puesto y, tal vez, hasta a darte órdenes.
Somos primates y según cuentan los que los han observado, para nosotros el estatus es súper importante. Es tan importante que hay gente que encuentra su estatus en su propio grupo diciendo que no les interesa el estatus. “¡Oh!”, dicen sus admiradores, “qué persona tan centrada, tan humilde, tan desinteresada”.
O sea que el status no se muestra solo con la posesión de un Audi A7, ni siquiera con un Ferrari —aunque eso ayuda, más frente a los que dicen que no les impresiona—, también puede presumirse con una colección de libros de filosofía estoica empastados en cuero o con la credencial del club de vinos.
Como preguntan los terapeutas:
Que alguien tenga lo que tú no tienes y te gustaría tener, ¿cómo te hace sentir?
Mal, es la respuesta.
Que alguien tenga lo que tú no tienes y te gustaría tener, ¿cómo te hace sentir?
A todos nos causa ansiedad el estatus, como lo explica Alain de Botton, un filósofo que ha encontrado que el pensamiento clásico nos puede ayudar a enfrentar los problemas de la vida (al estilo también de Más Platón y menos Prozac). Pero hay varios remedios, dice en su libro Ansiedad por el estatus: el arte, la filosofía, la política.
¿Sabes qué sirve también? En algo ayuda el marxismo, como un consuelo por no tener las riquezas que exige la sociedad:
“La vida tal vez no era muy placentera en los barrios bajos de Manchester en 1840”, dice de Botton, “pero para un trabajador, que le dijeran que lo que lo llevó ahí fue la monstruosidad de sus empleadores y la corrupción endémica del sistema económico (contra el cual es vano que los pobres intenten actuar en forma individual), le podía ofrecer un sentido de su superioridad moral y mitigar cualquier vergüenza que podría sentir por vivir en su condición deplorable”.
El premio Nobel de literatura, John Steinbeck, escribió un dramón digno de película mexicana, sobre Kino, un pescador de Baja California Sur, que se encuentra la gran perla, que pone a todo el pueblo a soñar con salir de pobre y a él y a su esposa con comprar ropa bonita para por fin poder casarse.
Pero eso de tentar al destino y de querer enfrentarse a los mañosos compradores de perlas y al orden establecido hace que todo le saliera no mal, pésimo, a Kino, Juana, su esposa, y a su hijo.
La perla, en efecto, se convirtió en un dramón del cine mexicano, con Pedro Armendáriz y María Elena Marqués, en el papel de los indígenas buenos que se topan con la maldad de los blancos.
La ideología del pueblo de La Perla es que nadie tiene que salirse de su papel:
“Y el cura también dejó bien claro que cada hombre y cada mujer son como soldados que envía Dios para cuidar alguna parte del castillo del universo; y algunos están en las almenas, y otros en lo más hondo de los cuartos interiores. Pero cada uno debe permanecer lealmente en el lugar que le ha tocado, y no debe andar corriendo por ahí, porque el castillo está amenazado por los asaltos del infierno” (John Steinbeck)
En La vida es sueño, a Segismundo lo traen de un lado para otro, haciéndolo creer que sueña cuando es rey de Polonia y después que sueña cuando está preso. Total que ya no sabe qué es verdad y qué es mentira y uno de los mensajes que aprende es que así seas el rey de Polonia, el gerente de finanzas o el director editorial, todo es un sueño, que te crees o que no te crees.
Aquí unos versitos que no son tan conocidos como los tres que siguen, pero que también están buenos.
“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción…”
Segismundo, por fin, se instala como rey de Polonia (te dije que en este Substack te echaban a perder el final de los libros que debiste leer en secundaria), pero ahora tiene claro que también eso es una ilusión y por eso puede elegir portarse mejor.
Ya, no te azotes con el Audi A7 de Rafa, porque…
“Y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.”
Años después, en otra compañía, me tocó a mí que me dieran auto. No un Audi ni mucho menos un A7, pero para ese entonces yo ya tenía una explicación: era un intercambio, ni siquiera le costaba tanto a mis empleadores, decía yo. Así que mi estatus sí era merecido no como el de ese.