Para leer después de los juegos olímpicos
Te preguntas qué te parece tan atractivo de los shows de deportes.
Hay un montón de cosas que te hacen sospechar de los juegos olímpicos.
Demasiados intereses comerciales. Ahora hay hasta fabricantes de cerveza que dicen que promueven el espíritu olímpico.
¿Qué tanto es explotación infantil? Oíste algo en The New York Times que se pregunta qué tan cruel es dejar que los niños participen en las competencias. Ya sabes, a las gimnastas, los nadadores, los meten en duras prácticas y férreas disciplinas desde los cinco años y les van a arruinar su infancia, pobrecitos, nada que ver con tu niñez, que te la pasaste viendo caricaturas y ahora no puedes correr ni media cuadra plana.
Que los súper récords y los deportistas fuera de la realidad hagan que otros no quieran ni mover un dedo.
Pero en los juegos de París 2024 descubriste que no podías perderte:
A Simon Biles haciendo la reverencia a la ganadora de la medalla de oro.
A Mondo Duplantis con su cara de Timothy Chalamet saltando una altura de 6.25 metros.
Al final de fotografía en los 100 metros ganado por un señor que días después consigue bronce con todo y covid.
A Simon Biles.
A Osmar Olvera y Juan Celaya.
Son los momentos de gloria que siempre nos han interesado y que, claro, no están fuera de la literatura.
Hay un libro que ya podría ser un clásico: Nacidos para correr, de Christopher McDougall. Resulta que en la fiebre por correr, el autor se lastimó un pie y eso le sirvió para descubrir todo el mundo que hay detrás de la tecnología por correr.
Es muy probable que haya un antes y un después de ese libro en el diseño de tenis, pero lo más emocionante no es eso, sino el descubrimiento de las grandes habilidades de los rarámuri para correr, con muy poca protección en los pies.
Ahí puedes encontrar inspiración en esa etnia mexicana, que por alguna razón no ha brillado en los juegos olímpicos, pero sí en varios maratones. Basta googlear un poco para enterarse de que las autoridades llevaron a rarámuri a los juegos de Ámsterdam en 1928 y a los de México en 1968. En ninguno de los dos hubo medallas.
Una parte de la explicación es que los rarámuri están acostumbrados más a correr mucho que a correr rápido. Si entras a Nacidos para correr vas a encontrar descripciones de sorprendentes y divertidas carreras.
Las narraciones de las glorias deportivas siempre nos han emocionado, cuando menos desde los tiempos de Homero, que le dedica el Canto 23 de La Ilíada a los juegos en Honor a Patroclo, el amigo de Aquiles que murió en la guerra de Troya.
Todos estaban muy tristes por la muerte de Patroclo y en cuanto terminan las ceremonias fúnebres empiezan los juegos. Aquiles sacó de las naves los premios que tendría para los competidores en los juegos: “calderas, trípodes, caballos, mulos, bueyes de robusta cabeza, mujeres de hermosa cintura, y luciente hierro.”
Entonces a Homero se le olvida la guerra de Troya y se pone a narrar los juegos:
Hay carreras de caballos, con los veloces aurigas. Ahí aprovecha para explicar que hay que practicar y practicar: “el leñador más hace con la habilidad que con la fuerza; con su habilidad el piloto gobierna en el vinoso mar la veloz nave combatida por los vientos”.
No solo interviene la habilidad, sino también entran a la competencia Minerva y Apolo, dioses que se meten para favorecer a uno u otro competidor.
Al final de la carrera, hay hasta discusiones con los jueces, porque Aquiles quiere darle el oro a los que más problemas tuvieron y no a los que llegaron antes.
Después vienen más deportes: lucha, en la que empatan Ulises y Áyax, carreras, en las que Minerva hace trampa y logra que Ulises se lleve el cáliz de plata que era el primer premio, lanzamiento de bala, jabalina, esgrima y tiro con arco.
En varios de los deportes, hay amistosos desacuerdos con el juez, o sea Aquiles; algunos alegan que se le da preferencia a los viejos, como Ulises, y el que lo defiende se lleva otro premio, nada más porque sí: :
“¡Antíloco!”, le dice Aquiles, “no en balde me habrás elogiado, pues añado a tu premio medio talento de oro”.
Sí, ahora que los juegos te hipnotizaron, disfrutaste de una larga tradición de la narración de las glorias deportivas.