Lo que los hombres deberíamos aprender de feminismo (en Lecciones de Química)
¿Cómo que te ponen obstáculos por ser mujer para trabajar? Y otras preguntas que ya no tendríamos que hacer.
Es la segunda vez que María Elena entra y sale de la cocina y sube las escaleras y sigue sin encontrar a su bebé. Son los años 1960 y entonces las mujeres no esperaban hasta los 30 para tener a su primer hijo, pero ella terminó antes la carrera de medicina y abrió un consultorio. ¿Dónde lo habré dejado? Piensa, mientras recorre con la vista los pañales tendidos en el patio, la sala armada con muebles de todo tipo, los mamelucos y las playeritas regadas por el comedor. El papá no le ayuda a buscarlo porque seguro está en algún café.
No te preocupes, el bebé va a aparecer y se va a convertir en un primo mío, bien latoso por cierto. Cómo se parece la escena al campo de batalla que deja la niña recién nacida de Elizabeth Zott en el libro y serie Lecciones de química. Este librito, un exitazo en Estados Unidos porque es una muy buena lección de feminismo básico y light, tendría que ser lectura obligada para algunos hombres, que tal vez así entenderíamos que…
La vida de las mujeres se derrumba varias veces, muchas más que la de los hombres. Como dice casi al principio del libro:
“A sus 30 años, la madre de Madeline Zott se despertaba antes del amancer cada mañana y estaba segura de solo una cosa: su vida había terminado”.
Despedida del trabajo solo porque ya no estaba su esposo, despreciada por tener una niña, desesperada por tanto por hacer… ¿Dónde has visto esto? El libro está ambientado en los años 50 y 60 del siglo pasado pero en México aun sucede esto con demasiada frecuencia.

¿Sabías que las mujeres tienen menos de la tercera parte de los ahorros en el sistema mexicano para el retiro (las afores)? Los hombres en cambio tienen las dos terceras partes. Eso es porque las mujeres pierden o dejan su trabajo, para ir a tener hijos o para cuidar adultos mayores y porque reciben menores salarios en promedio. El saldo promedio de las afores de las mujeres es 67,700 pesos y el de los hombres de 92,000.

La cocina es mucho más importante de lo que nos imaginamos.
“¿Alguien tiene el tiempo de enseñarle al país cómo hacer comoida que de verdad importe? Me gustaría tenerlo, pero no lo tengo”.
Como puedes ver en el libro, y en la serie, a mediados del siglo pasado todo mundo empezó a comer comida industrializada. Sí lo sabré yo, que crecí por entonces y que vivo para comer hamburguesas, Cheerios y leche condensada. ¿Alguien nos enseña en algún momento a blanquear unas verduras, a combinar una ensalada o a reconocer qué tiene fibra y qué no?
Los trabajos reservados a las mujeres son dignos de respeto.
En los tiempos de la novela, en el mundo laboral la mayoría de los hombres asumían que una mujer en una oficina debía ser una secretaria. “Y (a Elizabeth) no le interesaban los hombres que creían, aún si hubiera sido una secretaria, que serlo significaba que era incapaz de entender más palabras aparte de ‘mecanografía esto por triplicado’”.

Los hombres pueden tener hijos y una carrera; las mujeres tienen que decidir: si tienen hijos, si los combinan con una carrera, si no los tienen (y después deben explicar todo el tiempo por qué no los tuvieron).
“Elizabeth tenía resentimientos también. Pero estaban reservados para una sociedad patriarcal basada en la idea de que las mujeres son menos. Menos capaces. Menos inteligentes. Menos inventivas. Una sociedad que creía que los hombres iban al trabajo y hacían cosas importantes —desubrían planetas, desarrollaban productos, creaban leyes— y las mujeres se quedaban en casa y cuidaban hijos. Ella no quería tener hijos —eso lo sabía de ella misma— pero también sabía que había muchas mujeres que querían tener hijos y una carrera. ¿Qué tenía eso de malo? Nada. Era exactamente lo que obtenían los hombres”.
Por cierto, ¿te acuerdas de María Elena, la que buscaba su bebé arriba y abajo de su casa? Mientras estudiaba medicina tuvo que enfrentar, cuando menos una vez, el acoso de algunos de sus compañeros. Sé de una, porque me la han contado en la familia, que terminó con el agresor con un bisturí enterrado en la mano. Es solo una anécdota que ilustra el ambiente que había ¿había? en una escuela de medicina.
Elizabeth Zott, la prota del libro (y de la serie) le pregunta a las asistentes a su programa de cocina: ¿Qué les gusta del show? Y le contestan que ser tomadas en serio, más que las recetas. “A veces pienso que si un hombre tuviera que pasar un día como mujer en Estados Unidos no podría más allá de la tarde”.
¿Y el bebé? Después de mucho buscar, María Elena bajó un poco los ojos y se encontró con que lo traía en los brazos todo ese tiempo.