Descubre por qué no has encontrado a tu alma gemela
La respuesta es muy fácil, pero quiero que cuando menos le des click.
No has encontrado a tu alma gemela porque no existe. ¿Siguiente pregunta?
Pero ahí vas, a seguir buscando. Como ya sabes porque tienes la colección de Sepan Cuantos de Porrúa, esa idea de tener una pareja diseñada especialmente para ti la puso por escrito Ovidio, en Las metamorfosis. Es sobre Pigmalión que desesperado por no encontrar a su alma gemela, la crea en estatua y se enamora de ella.
Los que vivimos en el siglo pasado nos supimos la historia de Pigmalión por Mi bella dama, con Audrey Hepburn. Ya sabes, el viejito ideático que se propone crear a una mujer a su gusto. Si ves la película te dan puntos extra en la clase de cultura pop, porque fue un éxito con montones de Óscares.
A cada rato salen nuevas versiones en cine de la historia de Pigmalión, pero ninguna otra película se ha convertido en un ícono como Mi bella dama. Ahí está, por ejemplo, El hilo invisible, con Daniel Day-Lewis, que si uno no pone mucha atención puede pensar que se trata de una superficial historia de fanáticos de la alta costura.
Hay una versión divertida, con Romain Duris, Mi vida entre tus dedos, sobre un hombre que se propone crear a la mejor mecanógrafa del mundo.
Si te quieres espantar con la historia de la pareja ideal, tendrás que leer El hombre de arena de E.T.A Hoffmann. Nataniel, que vivió una experiencia horrorosa en su niñez, se topa con un par de científicos misteriosos cuando llega a la juventud. Uno de ellos tiene a una hija perfecta.
El caso es que solo a él le parece perfecta. Resulta que Nataniel escribe algunas historias muy azotadas que a su novia se le hacen aburridísimas. Y, en cambio, la nueva chica, Olimpia, lo escucha con devoción.
“Nada era peor para Clara que el aburrimiento, su mirada y sus palabras dejaban ver que el sueño se apoderaba de ella. Las obras de Nataniel eran de hecho muy aburridas”.
Fíjate qué ñoño era Nataniel. Se enamora de Olimpia porque cuando él le leía sus poesías, fantasías, visiones, novelas, cuentos, sonetos, estrofas, canciones, ella…
“No cosía ni tricotaba, no miraba por la ventana, no daba de comer a ningún pájaro, ni jugaba con ningún perrito, ni con su gato favorito, ni recortaba papeles o ocsas parecidas, ni tenía que ocultar un bostezo con una tos forzada; en una palabra, permanecía horas enteras con los ojos fijos en él…”
Ya habrás adivinado (o leído) que la experiencia horrorosa de Nataniel cuando niño tuvo que ver con el hombre de arena. Ese que le echa arena a los ojos de los niños en la noche, pero que en la familia de Nataniel resultó ser un visitante maligno. Uno de los científicos misteriosos que Nataniel se encontró años después se parece sospechosamente al hombre de arena.
Estos dos científicos son los creadores de Olimpia. Si en la época de Ovidio, cerca del año 8 de nuestra era, la mujer era una estatua, en la de Hoffmann ese sueño era una autómata.
Justo cuando Nataniel está por dejar a Clara para irse con Olimpia, ve a los científicos cargándola porque la llevan a reparar. Se salva de la autómata, pero se va con Clara para tratar de convertirla en lo que ella no es. Por supuesto que Clara no tiene por qué cambiar y menos para escuchar sus historias aburridas, de manera que a Nataniel le da por la violencia doméstica.
Ahora sí, te toca a ti descubrir el final de la historia, que de seguro ya leíste porque para eso son los clásicos.
Cuánta violencia se podría evitar si por fin nos convenciéramos de que no vamos a cambiar, ni a crear o moldear a la pareja de nuestros sueños. O sea, si entendemos que eso de las almas gemelas o los unos para los otros no se han inventado.