Cuando ves a la democracia amenazada
El libro clásico que debes leer ya para entender qué está pasando en México.
Había una vez, en un tiempo muy lejano, un país que era gobernado por el Caudillo. De pronto, un grupo de políticos quiere poner a su líder como candidato para presidente de la república ¡sin que el Caudillo se los hubiera ordenado!
No es que su candidato fuera un santo. No le importaba manchar la reputación de una inocente chica, con la que tenía una aventura fuera del matrimonio, y negociaba contratos con el gobierno cobrando su parte, escondido tras las persianas de su Cadillac último modelo, todo bien acompañado de unos tragos de Hennessy
Al Caudillo no le gustó su candidatura. Cuando el general fue a decirle que lo querían de candidato, el Caudillo montó en una cólera que los lectores podíamos adivinar. Nada, nada, debe hacerse sin consultar antes al Caudillo.
Pero eso pasó en un tiempo muy muy lejano, en un país gobernado por el Caudillo. La candidatura del general Ignacio Aguirre terminó bañada en sangre y sus contrincantes se quedaron con su Cadillac. No, no te estoy spoileando el libro, porque la regla es que cuando está basado en hechos reales se vale decirlo. La candidatura terminó así y el país siguió gobernado por las reglas impuestas por un solo señor en un palacio.
Y cuando las reglas están impuestas de esa manera arbitraria, sujetas a un poder casi absoluto, los contratos con el gobierno se resuelven tras las persianas, las candidaturas se asignan con violencia, las disputas entre particulares las gana el que tenga más influencias.
Ese es el tiempo muy muy lejano, en un país gobernado por un caudillo, descrito en La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán.
“Nos consta a nosotros que en México el sufragio no existe: existe la disputa violenta de los grupos que ambicionan el poder, apoyados a veces por la simpatía pública. Esa es la verdadera Constitución Mexicana, lo demás, pura farsa”.
Martín Luis Guzmán en La sombra del caudillo.
Esa historia se publicó por entregas en El Universal hasta cierto punto, porque el gobierno mandó parar la publicación en los años 30 del siglo pasado. Se parecía demasiado al México gobernado por Plutarco Elías Calles. Treinta años después, se hizo una película, que se tuvo que enlatar, porque el país seguía siendo el mismo.
Pero llegó el 68, luego el 88 y el 2000. Vivimos algunos años de simulación de democracia, que de tanto simularse terminó pareciéndose a una real.
Es una pena, pero no todos lo entienden. Como está asociada al capitalismo, a muchos se les hace fácil decir que la democracia está mal. No importa que nos ayude a competir, que nos sirva para resolver conflictos entre particulares y que más o menos nos proteja de los abusos del poderoso. Huy no, el pecado de la democracia es que es ¡capitalista! Que Marx nos guarde de los meses sin intereses y de las ofertas del Walmart, así que vamos a festejar que ya no haya división de poderes ni instituciones que vigilen a los gobernantes.
Como explica Timothy Snyder:
“La lógica del sistema que ellos idearon (quienes pensaron en la democracia liberal) servía para mitigar las consecuencias de nuestras imperfecciones reales, no para celebrar nuestra imaginaria perfección”
Ah, pero pasados el 68, el 88 y el 2000, lo que muchos ahora celebran es que ya todo se está concentrando de nuevo en un caudillo, que tiene una imaginaria perfección, que sabe asignar los recursos mejor que el mercado (entregando los jugosos contratos a un ejército que lo mantendrá en el poder), resolver los conflictos entre particulares mejor que las instituciones y castigar los delitos con prisión preventiva mejor que cualquier investigación.
La sombra del caudillo estuvo censurada en México y la tuvo que publicar una editorial española por primera vez, la película estuvo enlatada más de 30 años, para que los mexicanos no conocieran la visión de Martín Luis Guzmán de cómo funcionaban las cosas bajo una dictadura. No importa, como lo celebran muchos, incluidos varios con estudios universitarios, ahora veremos la sombra del caudillo en la vida real.