Cuando sientes pena por los migrantes
Por lo menos, hay que leer Las uvas de la ira para tener un poco más de empatía.
En la gasolinera hay un hombre, con ropa demasiado nueva. Uno no usa esos zapatos tan nuevos para caminar en el polvo. Porque hay mucho polvo.
El chofer del camión acepta darle ride, aunque la compañía puso en el parabrisas un letrero que dice que está prohibido dar aventones. De inmediato se arrepiente de sus preguntas, toda esa ropa tan nueva en ese hombre con las manos callosas solo significa que acaba de salir de la cárcel.
Ese hombre es Tom, y vino a su pueblo después de cuatro años de cárcel. Salió antes, por buen comportamiento. Vino a su pueblo para buscar a su padre, solo que a él si lo va a encontrar, no como aquella otra historia mexicana tan famosa.
Lo que no va a encontrar es a su pueblo. Las casas, los campos, los autos, los niños, todo está cubierto de polvo.
Cuando lo ve llegar, su papá primero se pone feliz y después se asusta. ¿Te escapaste de la cárcel?
Es el principio de la novela Las uvas de la ira, de John Steinbeck. Tom después ve a su mamá, la madre más maravillosa de todas: es la serenidad en la tormenta, la alegría cuando hace falta, la preocupación si nadie la ve para no preocupar a los otros.
La mamá no lo reconoce durante varios párrafos, porque está parado a contraluz. Cuando por fin la mamá sabe que es su hijo Tom, estás a punto de llorar. ¿Te escapaste de la cárcel? No mamá, salí bajo palabra por buen comportamiento, aquí traigo los papeles. ¿Te volviste un loco furioso? A Tom le extraña que su mamá sepa que en la cárcel eso puede suceder.
Estábamos a punto de irnos a California, te íbamos a escribir a la cárcel para avisarte. Todos se van a California.
La novela está inspirada en una etapa de la historia de Estados Unidos conocida como el Dustbowl, el tazón del polvo, hasta ahora la mayor catástrofe ambiental causada por la humanidad en ese país.
Los agricultores de Oklahoma, del llamado mangos o panhandle de Texas y otras partes del Este de Estados Unidos, cultivaron tanto trigo que acabaron con los pastizales naturales. Esto rompió todo el equilibrio, se redujeron las lluvias, la tierra se erosionó y como resultado se formaron enormes tormentas de polvo. Era imposible mantener la casa limpia, aunque poníamos trapos en las orillas de las ventanas y las puertas, recuerda una de las sobrevivientes en un documental de la PBS.
Son las consecuencias del monocultivo. ¿Te has fijado cómo están desmontando cada vez mayores porciones de tierra para cultivar agave en los alrededores de Guadalajara? Pues haz de cuenta.
Más de dos y medio millones de personas tuvieron que huir de sus tierras y de sus casas para buscar nuevas formas de sustento.

Steinbeck narra cómo las fuerzas del capitalismo expulsaron a los habitantes. Cuando uno de los personajes quiere matar a los que les están quitando las tierras, le explican que el que les quita las tierras no es una persona, es un monstruo, que se llama banco. Ni siquiera la gente que trabaja en los bancos está feliz con lo que hace.
Los bancos, que prestaron para convertir los pastizales en trigales, ahora están cobrando la deuda, cuando los agricultores no tienen cosechas.
Hay otros agentes del capitalismo que, como en buena novela de Steinbeck, se dedican a explotar a la gente buena e inocente. No te pierdas el capítulo del monólogo del vendedor de coches.
Como ya habíamos dicho, Tom encuentra a su familia preparándose para buscar trabajo en California.
Cuando tienen que empacar o quemar lo que no pueden llevarse se preguntan:
“¿Cómo podemos vivir sin nuestras vidas? ¿Cómo sabremos que somos nosotros sin nuestro pasado? No. Déjalo. Quémalo.”
Y más adelante:
“¿Qué tal que nos levantemos en la noche y sepamos —y sepamos que el sauce ya no está? ¿Como podremos vivir sin el sauce? Pues no, no puedes. El sauce eres tú”.
Tom sube a un camión desvencijado a su papá, su mamá, el abuelo, que si fuera película mexicana sería interpretado por Fernando Soto Mantequilla, la abuela, la hermana embarazada, un hermano con discapacidad, otro hermano, unos niños, dos perros… Y veamos si llegan todos.
El peor título de una película es Un final inesperado. No sé si aplique también para Las uvas de la ira. No te lo voy a contar pero sí a decir que si lo lees, que debes hacerlo, nunca lo vas a olvidar.
Los migrantes de Las uvas de la ira pasan por sequías, inundaciones, rechazos, persecuciones.
(Aquí va el trailer de la película, adaptación del libro de Steinbeck, con Henry Ford)
Steinbeck dice:
“Y la gente, cómoda en sus casas apretadas, siente pena al principio, después disgusto y finalmente odio por los migrantes”.
¿Sentimos pena por los migrantes? Es el momento de leer este libro que toma su nombre de un pasaje del Apocalipsis:
“El ángel pasó su hoz sobre la tierra y cortó las uvas de los viñedos de la tierra, y luego las echó en el gran recipiente que se usa para exprimirlas y que simboliza la ira de Dios.”
Y aquí otro trailer de la peli: